Los que apreciamos la buena música, sabemos que "Verano porteño" es el nombre de una excelente obra del compositor argentino Astor Piazzolla, conocido y admirado en el mundo entero.
El maestro Piazzolla, innovador dentro de un género musical tradicional y poco tolerante con las vanguardias, como es el tango, necesitó que su talento fuera comprendido en el exterior, antes que en su propio país.
Sin embargo, al escuchar "Verano porteño", es muy sencillo imaginar lo que el autor quiso describir: el estío en Buenos Aires. Aire cálido, cargado con la humedad del Plata, temperaturas superiores a 30º, cielo límpido, que se vuelve lluvia repentina, torrencial, inesperada, y culmina con una brisa fresca y reparadora del sudoeste, todas sensaciones reales, que el genio convirtió en música y se reflejan en su obra.
Sólo falta un elemento: el símbolo vegetal de ese microclima, los palos borrachos en flor, que dominan el paisaje de la ciudad: es imposible concebir el verano sin ellos. La av. 9 de Julio, la más ancha del mundo, los luce en su plazoleta central, al igual que los bosques de Palermo, el Jardín Botánico y la mayoría de las plazas y paseos públicos de Bs. As.El palo borracho pertenece a la familia de las Bombacáceas y forma parte de la flora autóctona del Brasil austral, sudeste de Paraguay y noreste de Argentina. Esta familia incluye varios géneros, pero sólo nos referiremos a dos: Ceiba speciosa (palo borracho rosado, samohú, samuhú, palo botella, painero) y Ceiba chodatii, conocida anteriormente como Chorisia insignis K. (palo borracho blanco, yuchán, chorisia, barrigudo), cuya principal diferencia es el color de sus flores.
Es un magnífico árbol caducifolio, corpulento, floribundo, que puede alcanzar los 25m. Su tronco, generalmente globoso, abultado en el tercio inferior y más delgado hacia la copa, suele ser recto en algunos casos, sobre todo en los montes originarios, densamente poblados.
La corteza, verde y lisa en ejemplares jóvenes, se va tornando grisácea, gruesa, rugosa, agrietada y provista, en la mayoría de los casos, de aguijones cónicos, más o menos notorios.
Las hojas son alternas, compuestas, palmadas, con 5-7 folíolos de borde aserrado y terminadas en punta, largamente pecioladas.
Las hojas tiernas de la primavera tienen un bello color verde claro broncíneo.
Ver de cerca la preciosa flor del palo borracho es sorprendente: grande, solitaria o en grupos de 2 ó 3, perfecta (posee androceo y gineceo), con 5 pétalos espatulados, de bordes ondulados, unidas a las ramas por un largo pedúnculo; su aspecto recuerda a algunas liliáceas, como amarilis, azucenas o hemerocalis. Sus 5 estambres están unidos, formando un tubo de 6-8cm., algo más corto que el delgado tubo del estilo y estigma.
El colorido varía según el género: desde rosados a rojizos, con el centro más claro y presencia de líneas purpúreas, hasta blancos cremosos, con el centro amarillento y marcas lineales oscuras.
El fruto es una cápsula ovoide, grande, 12-20 cm. de largo y 5-8 cm. de diámetro, péndula, verde al principio y castaño oscuro cuando madura, dehiscente (apertura espontánea), que contiene gran cantidad de pelos blancos y sedosos, envolviendo las pequeñas semillas oscuras. Esta característica facilita su diseminación anemocora (por acción del viento).
Los colibríes utilizan esas suaves hebras para construir sus nidos.
El palo borracho florece abundantemente entre Enero y Abril-Mayo, aún después de haber perdido su follaje.
Esta extensa y generosa floración engalana el cielo, en el verano porteño que soñó Piazzolla. Es una maravilla caminar bajo los árboles cuando caen sus flores; el contacto íntimo con la naturaleza siempre debe ser tenido en cuenta, creo que nos reconcilia con la vida.