Más allá de esta tradicional historia, aún vigente en la mesopotamia argentina, el ceibo conmueve con su sola presencia. Erythrina crista-galli, de la familia de las Fabáceas (anterior denominación: Leguminosas), es un árbol de ramas arqueadas y retorcidas, sobre un tronco no muy alto, a veces múltiple desde la base, de corteza muy rugosa (ideal para sujeción de epífitas, como la pequeña orquídea Oncidium biflorum), con marcados hábitos arbustivos y bonitas hojas trifoliadas*, de largos pecíolos.
Es autóctono de las zonas fluviales del litoral argentino-paraguayo-uruguayo, que constituyen la cuenca del Plata. Puebla las riberas y áreas anegadizas, contribuyendo a la consolidación del terreno en islas o suelos inestables. Forma característicos montes puros, los ceibales, hábitat ideal para colibríes, abejorros y mariposas.
La floración es muy llamativa; las preciosas flores son rojas, carnosas, papilonáceas, es decir, con corola amariposada y un destacado pétalo principal, por el que se deslizan fácilmente los insectos polinizadores hasta alcanzar los estambres. Están reunidas en magníficos y densos racimos terminales.
El fruto es una legumbre oscura, de 10-20 cm., que contiene varias semillas.
En nuestra ciudad y sus alrededores hay profusión de ceibos, y los que tengan la posibilidad de viajar a Entre Ríos u otros lugares del delta del Paraná, o a los bellos parajes de las dos orillas del río Uruguay, no lo duden: este es el momento en que reina el ceibo, la flor nacional de Argentina y Uruguay, otro de los muchos motivos que nos unen a nuestros hermanos del otro lado del charco.
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