lunes, 27 de septiembre de 2010

MIRAR HACIA ARRIBA...

La primavera en flor nos provoca desde los jardines, nos atrapa, quién puede resistirse a la contemplación de azaleas, coronas de novia, glicinas, fresias, jazmines trepadores blancos, amarillos, celestes, muchas bulbosas y cientos de ejemplos más.
Pero, si levantamos la mirada, descubrimos que, allá arriba, en la copa de los árboles, también es primavera.
Digo "descubrimos" porque ellos son muy celosos de sus tesoros y, si no estamos atentos, es probable que no los veamos.
Es tanto lo que está ocurriendo que voy a tratar de ayudar a quienes quieran disfrutarlos.
Busquen una acacia blanca (Robinia pseudo-acacia; familia: Fabáceas); es fácil reconocerla por sus hojitas redondeadas, compuestas (7 a 19 folíolos), de color verde claro, recién nacidas, y sus flores blancas, muy perfumadas, agrupadas en racimos colgantes de 8 a 20 cm., semejantes a los de la glicina blanca, aunque más pequeños. Abunda en el arbolado urbano.




                                                                        





















Los lapachos (Tabebuia impetiginosa; familia: Bignoniáceas) son muy notorios por sus magníficas flores rosadas, acampanadas, reunidas en amplias inflorescencias que abarcan toda la copa, cuando aún las hojas no han aparecido. Es un espectáculo digno de verse. El lapacho más conocido está en Palermo Chico, en una bella mansión de Av. Figueroa Alcorta y Ramón Castillo. Hay otros en la plaza de Av. Córdoba y Anchorena,  plaza Las Heras,   parque Tres de Febrero,  parque Centenario,  el Jardín Botánico de Bs. As.,
plaza San Martín, etc.
Existen también lapachos de flor amarilla (Tabebuia pulcherrima) y una bellísima  y poco frecuente variedad  de flores blancas, que es, en realidad, un albinismo del rosado.



                                                                        


















 
¡Los paraísos! (Melia azedarach; familia: Meliáceas) ¿hace falta alguna aclaración? Se encuentran a la vuelta de cualquier esquina. Es una maravilla acercarse a sus ramas floridas y disfrutar su insospechado aroma, desde una terraza, por ejemplo. Durante la noche, es más notable su fragancia.








Y ahora, salgan a mirar: si los sorprende una fronda verde claro, brillante, amplia, con hojas más oscuras en su interior, algunas moradas o rojizas, por tener follaje perenne,  acérquense, froten una hojita, huelan, seguro que es un alcanforero; fíjense bien y descubrirán que está en flor, como el palto y el laurel, todos de la misma familia (Lauráceas). Acá es donde se manifiesta el interés del amigo de los árboles, porque las flores tienen un tamaño y un color tales, que no se distinguen demasiado en la masa vegetal y pasan desapercibidas para la mayoría ¡pero no para nosotros, que festejamos sus procesos, por pequeños que sean!













Para terminar, por hoy, les cuento que los robles, americanos y europeos ( les dejo las hojitas de la variedad europea  para que los identifiquen; la americana las posee más angulosas) ya han brotado y es tan bello su follaje nuevo, verde claro fresco, brillante, que hay que salir a buscarlos, porque todo pasa muy rápido.





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