lunes, 31 de enero de 2011

EPITAFIO PARA UN ÁRBOL...

Tan desatentas fueron las miradas, que no alcanzó ningún hombre en este mundo a enumerar mis hojas y mis cantos.



Mi ausencia ahora ocupa mucho espacio, un vuelo incesante de aves marca el lugar donde falto, que se agranda.




Silvina Ocampo, argentina, 1903-1994.




miércoles, 12 de enero de 2011

2011: AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES

                                               


Con este logo como símbolo, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución por la que se declara a 2011 como el Año Internacional de los Bosques. Esta acción tiene, como uno de sus principales objetivos, crear conciencia de que los bosques son elementos fundamentales en el desarrollo sustentable del planeta, debido a los beneficios económicos, sociales, culturales y ambientales que aportan a la Tierra.
Es sencillo darse cuenta de que el hombre es el principal responsable del cuidado y resguardo de estas maravillas.
Es cierto que a veces ocurren catástrofes naturales, como incendios forestales debido a la extrema sequedad del clima en determinadas regiones y épocas del año, pero aún así es obligación de los residentes y sus gobernantes, establecer medidas preventivas y coordinar estrategias para evitar esas situaciones o resolverlas, con la mayor celeridad posible.
La prevención y disponibilidad de tecnología dispuesta para tal fin, sobre todo en las zonas de alto riesgo ignífero, contribuiría, sin dudas, a reducir las pérdidas de ejemplares.
Otro objetivo fundamental es lograr un retroceso en la deforestación y degradación de los bosques: es muy impresionante ver con qué velocidad se tala un monte, que necesitó decenas de años para formarse.
Esta es la segunda vez que los bosques tienen su "año internacional", el anterior fue 1985.
Los que amamos a los árboles y les prestamos la debida atención, debiéramos convertirnos en agentes movilizadores de la conciencia de la población acerca de este tema.
¿Será porque siempre los vemos, porque siempre están allí, que no nos imaginamos qué sería del mundo si no existiesen? 
Este es un buen momento para estar más atentos y participativos, para intervenir activamente en las comisiones barriales, regionales, provinciales o nacionales que se interesan por estos temas, para desaprobar la conversión de bosques a tierras agrícolas o de asentamientos humanos, evitando así el efecto invernadero, el calentamiento global, la desaparición del hábitat de miles de especies animales, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, entre otros terribles males.
Ayudemos a nuestros gigantes amados, en este, su año "especial", y siempre. Ojalá no sea sólo una postura político-social. El tiempo lo dirá.



miércoles, 5 de enero de 2011

NO TODO ES LO QUE PARECE

A veces, las cosas no son lo que parecen. En nuestra vida diaria, este hecho es frecuente e instaura la duda, tan útil para sacar conclusiones y evitar proyecciones innecesarias. En la vida natural, todo es más previsible, y si el hombre interviniese menos, lo sería más aún.
Pero el tema que hoy nos ocupa, realmente puede plantear un dilema al observador poco entrenado. Es que ver la fronda del Árbol del cielo, durante nuestro verano austral, nos induce a pensar en lo exuberante de esa floración estival.
¡Nada más lejos de la realidad!
Las flores del Ailanthus altissima, hermoso árbol dioico (*) de la familia de las Simarubáceas, de gran porte, oriundo de China, Japón e islas Molucas, pasan desapercibidas, son muy pequeñas, verdosas y dispuestas en panojas terminales. El gran tronco recto, con corteza gris y estrías que van variando su color, a medida que avanza la edad del árbol, se abre en ramas robustas, de notable crecimiento, necesario para sostener una copa subglobosa muy amplia, o verticalmente alargada.
Las hojas, caducas, son muy bonitas, grandes, alternas, compuestas, con 6-10 pares de folículos opuestos, ovado-lanceolados, de borde liso y raquis verde rojizo; alcanzan más de 50cm. de largo.
Finalmente,llegamos al punto que da nombre a esta nota: ese espectáculo tan llamativo que nos hace levantar la vista cuando pasamos junto a este árbol, es su fructificación. Se trata de sámaras aladas, arracimadas y muy abundantes, que nacen verdes y se van tornando anaranjadas, rojizas, casi ígneas, y finalmente, castañas en su madurez.
En Argentina se lo cultiva mucho, creciendo también en forma espontánea en muchas zonas rioplatenses y llegando a formar bosquecillos invasores de otras especies, incluso autóctonas. 
Un dato de interés: si alguna vez cruzan por los puentes ferroviales sobre nivel, en el barrio de Caballito, los verán alineados en las orillas de las vías, como si alguien los hubiese sembrado allí, y no es así: se reprodujeron solos.
Las flores estaminadas del Árbol del cielo tienen un olor desagradable, lo mismo que sus bellas hojas; los apicultores evitan tenerlo cerca de sus colmenas, porque transfieren mal sabor a la miel.
Como a todos nuestros amigos queridos, a este lo aceptamos con sus defectos y virtudes. Será cuestión de tocarlo poco y disfrutar mucho de su sombra generosa y su incuestionable belleza.

(*) Se llaman dioicas las plantas que tienen flores imperfectas (sólo con androceo o sólo con gineceo) en distintos individuos. Las flores masculinas (estaminadas) no fructifican, en cambio las femeninas (pistiladas) sí lo hacen. Por eso veremos  Ailanthus, con frutos y sin frutos, según sean sus flores pistiladas o estaminadas.







                                                                 







Mi escaneo: detalle de una hoja


Frutos comenzando a madurar
 
Fronda colmada de frutos (sámaras)