miércoles, 5 de enero de 2011

NO TODO ES LO QUE PARECE

A veces, las cosas no son lo que parecen. En nuestra vida diaria, este hecho es frecuente e instaura la duda, tan útil para sacar conclusiones y evitar proyecciones innecesarias. En la vida natural, todo es más previsible, y si el hombre interviniese menos, lo sería más aún.
Pero el tema que hoy nos ocupa, realmente puede plantear un dilema al observador poco entrenado. Es que ver la fronda del Árbol del cielo, durante nuestro verano austral, nos induce a pensar en lo exuberante de esa floración estival.
¡Nada más lejos de la realidad!
Las flores del Ailanthus altissima, hermoso árbol dioico (*) de la familia de las Simarubáceas, de gran porte, oriundo de China, Japón e islas Molucas, pasan desapercibidas, son muy pequeñas, verdosas y dispuestas en panojas terminales. El gran tronco recto, con corteza gris y estrías que van variando su color, a medida que avanza la edad del árbol, se abre en ramas robustas, de notable crecimiento, necesario para sostener una copa subglobosa muy amplia, o verticalmente alargada.
Las hojas, caducas, son muy bonitas, grandes, alternas, compuestas, con 6-10 pares de folículos opuestos, ovado-lanceolados, de borde liso y raquis verde rojizo; alcanzan más de 50cm. de largo.
Finalmente,llegamos al punto que da nombre a esta nota: ese espectáculo tan llamativo que nos hace levantar la vista cuando pasamos junto a este árbol, es su fructificación. Se trata de sámaras aladas, arracimadas y muy abundantes, que nacen verdes y se van tornando anaranjadas, rojizas, casi ígneas, y finalmente, castañas en su madurez.
En Argentina se lo cultiva mucho, creciendo también en forma espontánea en muchas zonas rioplatenses y llegando a formar bosquecillos invasores de otras especies, incluso autóctonas. 
Un dato de interés: si alguna vez cruzan por los puentes ferroviales sobre nivel, en el barrio de Caballito, los verán alineados en las orillas de las vías, como si alguien los hubiese sembrado allí, y no es así: se reprodujeron solos.
Las flores estaminadas del Árbol del cielo tienen un olor desagradable, lo mismo que sus bellas hojas; los apicultores evitan tenerlo cerca de sus colmenas, porque transfieren mal sabor a la miel.
Como a todos nuestros amigos queridos, a este lo aceptamos con sus defectos y virtudes. Será cuestión de tocarlo poco y disfrutar mucho de su sombra generosa y su incuestionable belleza.

(*) Se llaman dioicas las plantas que tienen flores imperfectas (sólo con androceo o sólo con gineceo) en distintos individuos. Las flores masculinas (estaminadas) no fructifican, en cambio las femeninas (pistiladas) sí lo hacen. Por eso veremos  Ailanthus, con frutos y sin frutos, según sean sus flores pistiladas o estaminadas.







                                                                 







Mi escaneo: detalle de una hoja


Frutos comenzando a madurar
 
Fronda colmada de frutos (sámaras)







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